Lo primero que intentaremos hacer será diferenciar el arte religioso del arte sacro. Son conceptos muy unidos a lo largo del tiempo, aunque tienen diferencias significativas.
En el arte religioso las obras realizadas se subordinan a la fe, al amor que se siente por Dios. En cambio, el arte sacro es el religioso que además tiene un destino litúrgico, es decir que tiene que servir para el culto divino.
Po eso, existen obras de una profunda inspiración religiosa y que, sin embargo, no pueden ser destinadas para el culto y, por tanto, no pueden ser consideradas propiamente como arte sacro. Así, la composición de las imágenes religiosas no se deja a la inspiración de los artistas, sino que deben revelar los principios básicos expresados por la Iglesia y la tradición cristiana.
Aunque el arte pertenece al pintor, el ordenamiento y la composición pertenecen a los Padres de la Iglesia, la espiritualidad del contenido, la rectitud del símbolo y el estilo a la vez claro y equilibrado deben de estar de acuerdo con la tradición transmitida garantizando al mismo tiempo su inteligibilidad y su universalidad.
¿Qué es el Arte Sacro?

La diferencia fundamental radica en, que en el arte religioso “las obras realizadas se subordinan a la fe, al amor que se siente por Dios”. Mientras que en el arte sagrado, aunque es semejante al religioso, se diferencia en que “tiene un destino litúrgico, es decir que tiene que servir para el culto divino”. Por esta razón en el Sacrosantum Concilium se dirá que el arte sacro es cumbre del religioso, puesto que se destina a un fin de mayor importancia.
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